La pedagogía femenina
La
Pedagogía femenina de François Fenelón
La
educación de la mujer no había sido muy atendida en las épocas de la Reforma y
la Contrarreforma; ambas se habían preocupado esencialmente de la educación de
los muchachos. Existían sin embargo algunos antecedentes humanistas en la
educación de la mujer representados por Erasmo y Vives. Éste escribió La
educación de la mujer cristiana, en la que pedía que no limitara su cultura al
conocimiento de las primeras letras y a las faenas domésticas, sino que debiera
también estudiar las letras clásicas, la retórica, la gramática y la poesía,
permitiéndole la lectura de las obras de Platón, Cicerón, Séneca y Plutarco.
Fenelón
se ocupó de la educación no sólo teóricamente, sino también prácticamente. En
efecto, fue primero director de un colegio de muchachas, las Nouvelles
Catholiques, para convertir a las jóvenes protestantes a la fe católica;
después fue preceptor del duque de Borgoña, nieto de Luis XVI, con quien tuvo
un gran éxito como educador. Los escritos pedagógicos de Fenelón son de dos
clases: tinos dedicados a la educación de este príncipe, entre los cuales se
encuentra su conocido Telémaco, impregnado de cultura clásica, y otro dedicado
a la educación femenina, con el título de la educación de las niñas compuesto a
instancias de los duques de Beauviliers para la educación de sus hijas. Sus
obras influyeron grandemente en la educación francesa.
Sandra
Acker resume lo que ella considera los tres principales marcos teóricos
feministas occidentales en relación a sus implicaciones educativas:
·
las feministas liberales, que utilizan
conceptos como igualdad de oportunidades o discriminación y las estrategias
fundamentales de las cuales pasan para conseguir una modificación de las
prácticas de socialización, utilizando la legislación pertinente;
·
las feministas socialistas, que analizan el
papel y la función de la escuela en la perpetuación de las divisiones de género
de la sociedad capitalista; y
·
las feministas radicales, centradas, fundamentalmente,
en la monopolización masculina del saber -y, por lo tanto, de la cultura- y en
la política sexual que se lleva a cabo en las escuelas.
Podríamos sintetizar algunas características que distinguen las
pedagogías feministas:
– Proveen un lenguaje de análisis crítico de la realidad. Abordan las narrativas que naturalizan las diferencias
entre sexos, y que explican el hecho de que, a pesar de planteamientos
igualitarios, las prácticas de género subsisten.
Interseccionalidad de la identidad social: se aproximan a la desigualdad de los
sexos junto con otras dimensiones identitarias como la clase, la etnia, la
raza, sexualidad, etc. Unida a otras pedagogías críticas, pretenden crear
entornos que no silencien las voces de grupos tradicionalmente desplazados. Se
critica la consideración de las mujeres como grupo homogéneo universal y se
propone que la capacidad de transformación parta desde lo local y situado.
-La acción y la transformación social son
objetivos explícitos. Se realiza una
vinculación del aula con la mejora comunitaria.
-Importancia del aprendizaje experiencial. Los contenidos curriculares y la estructura
de la institución educativa se entienden como limitantes, y se incorpora la
vivencia de las mujeres y otros grupos no hegemónicos al discurso académico
como un elemento central. La pedagogía feminista debe ser construida en una
lucha colectiva por el conocimiento, punto de vista y experiencia de identidad
de los grupos no hegemónicos.
Introduce la ética del cuidado en la escuela
(Noddings, 2015). Visibiliza,
reconoce y valora los trabajos de cuidado dentro y fuera del espacio educativo.
Se analiza de forma crítica el entorno escolar, y se realizan intervenciones
contra la hostilidad de la organización.
El aprendizaje es democrático y participativo
(común a todas las pedagogías críticas). Paulo
Freire, en su Pedagogía del Oprimido y como Práctica de Libertad, argumenta
contra la relación rígida, contra el profesorado como sujetos de enseñanza y el
alumnado como el objeto, y contra la no inclusión de las decisiones del
alumnado.
En definitiva, las pedagogías
feministas están en permanente construcción, huyendo de la rigidez de
recetas cerradas y de la pretensión de neutralidad del discurso educativo
oficial. Se trata de tomar conciencia de qué contexto habitamos y cómo lo
vivimos, sentimos, reproducimos y transformamos.
PRÁCTICAS
ÉTICAS DE LA PEDAGOGÍA FEMINISTA
En la pedagogía feminista, puede considerarse que la ética posee
dos dimensiones: la relación que las estudiantes de pedagogía feminista deben
tener consigo mismas y la relación que la profesora/teórica debe tener consigo
misma (9). Utilizo como subtítulos para este análisis los cuatro aspectos de la
genealogía de la ética.
·
LA
SUSTANCIA ÉTICA
Es aquella parte de sí que ha sido
colonizada por el patriarcado: la mente, el cuerpo, los sentimientos, los
deseos. Se insta a las mujeres a ser fieles a sí mismas, a escapar de la
prisión del patriarcado, a liberarse y darse poder a sí mismas. Deben evitar
actuar, pensar, leer, escribir «como un hombre»; de ahí que se insista en que
reclamen sus verdaderas voces.
·
TÉCNICAS
DE AUTOESTILIZACIÓN
Podemos señalar que el aula feminista
exige que los estudiantes dependan menos de la profesora y mucho más de ellos
mismos y de los otros, que se escuchen los unos a los otros, que se corroboren
los unos a los otros. Se hace hincapié en «las prácticas docentes que fomentan
la participación cooperativa y no la competitiva».
·
EL TELOS
En el discurso de la Pedagogía feminista,
quienes participan deben actuar sobre sus cuerpos, pensamientos, formas de ser,
para sustraerse de las aulas y estructuras patriarcales y trabajar por un mundo
más justo para las mujeres (y otros grupos oprimidos). El ser al que aspira la
pedagogía feminista es la mujer libre de los efectos dominadores del
patriarcado.
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